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Julio García es un hombre de medios. Locutor y presentador quien por más de 12 años estuvo residenciado en Londres, de ahí su arraigo rocanrolero y el gusto por The Beatles. Ahora vive en Miami, una vez al año visita su natal Perú, cuando no le toca ir con su mujer a Argentina.
De voz engolada, hablar pausado, como quien piensa sabiamente sus declaraciones sin perder la cordialidad. Su vocablo dista de la imagen que exhibe en persona, ni hablar del tono que emplea en sus canciones. A sus 58 años sigue siendo un enamorado del rock and roll. “Hay gente que me dice que con el pelo largo parezco un viejo pero en realidad es la rebeldía de la era hippie”, confiesa. “En mi generación hay gente que creció escuchando de todo, a mí me tocó el sector de los rockeros”.
Su primer disco Nunca Más (2015) en plan solista, lo tiene tocando en diferentes ciudades. Cinco tracks y dos bonus conforman los 34 minutos de sonoridad. Abre con “La música en la sangre”, una declaración de principios de un hombre que vive dignamente el aprendizaje del rock.
Confiesa que su tema favorito es “Quisiera”, de las gemas musicales más antiguas de su cosecha en solitario. “La escribí en el 2007, el año en que me casé por segunda y última vez. Dos semanas antes de la boda mi mujer estaba como loca organizando como iba a ser el matrimonio y yo me puse a escribir una canción. Le faltaba el puente dentro de la estructura de la canción. Lo escribí en un tren en Europa, en plena luna de miel. Tomamos un tren de Austria a Alemania, ahí escribí la parte que faltaba. De regreso a Miami le agregué la música para hacerla distinta”, relata el compositor quien al principio pensó en hacer una pieza contestataria. “Quería escribir una canción de protesta pero el romántico que hay en mi como que es más fuerte. Hay un equilibrio entre el idealismo que a mi edad no debería. Sigo pensando que le mundo podría ser mejor. Al mismo tiempo es una declaración de amor a mi esposa“.
García es un cultor de la idiosincrasia sonora que aprendió en su país. En este trabajo incorpora instrumentación del altiplano como la quena o zampoña que le dan un colorido y, lejos de parecer ecléctico, alimentan el sentimiento de sus creaciones.
Detrás de la jocosa “Esperando una llamada” que hace mención a su paisano Pedro Suárez Vertiz, hay una historia con tintes sórdidos que propician una narrativa de aceptación de hechos. “Todo lo que dice la canción fue real. Fue un viaje que hice con mi esposa a Argentina, cuando fuimos al aeropuerto me dijeron: ‘No lo podemos embarcar. Su tarjeta verde está vencida’. Yo tenía la green card provisional y efectivamente estaba vencida. Tuvimos que regresar al centro a buscar un alojamiento donde quedarnos y al día siguiente fuimos al consulado americano. Resulta que fuimos dos o tres días seguidos hasta que nos dijeron que no fuésemos mas que nos llamaban”, dice Julio, quien escribió el tema el mismo día en la computadora que le prestaron en el hotel.
https://www.youtube.com/watch?v=jWqUNytKTHk[:]