Con una jornada de 25 mil asistentes, el festival bogotano cerró su séptima edición, haciendo plenas a un gran total de 63 mil almas fieles, que se redimieron en una experiencia más allá de la música.

Jack Ü, Snoop Dogg, Nicolas Jaar, Los PetitFellas y The Flaming Lips se sumaron al cartel para la última jornada de 2016, un año que también vio presentaciones legendarias, icónicas y representativas de figuras como Noel Gallagher, Alabama Shakes, Florence And The Machine, Die Antwoord y Mumford and Sons.

Ese sábado fue un grandísimo tercer día de cierre, que abrazó la edición más contundente en la historia del Festival Estéreo Picnic.

Como es costumbre, el festival decidió finalizar por su propio principio. Y el sábado 12 de marzo de 2016 cerró su séptima edición con un balance esencial que habla de su espíritu conciliador, juntando frenesí y plenitud con nuevas propuestas de figuras promisorias y prometidas apariciones de artistas consolidados… todo sin ceder jamás un centímetro en los gigantescos pasos de su ímpetu fiestero.

Hablando particularmente de esto último: el sábado fue un día con muchos matices de cadencia, desde las 3 de la tarde hasta las 3 de la mañana. Esas 12 horas del último día del Estéreo Picnic invocaron el espíritu del festival en cuerpo y alma. Empezando temprano con el ondeo de la bandera nacional a manos de la salsa futurista de Sultana, el reggae potente de Tarmac y el folk introspectivo de Xavier Martínex. Y llegando hasta un inconmensurable cierre internacional que incluyó a The Flaming Lips, Snoop Dogg y Jack Ü.

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La distancia entre aquellos primeros y esos últimos es larga, pero el recorrido, tal vez, fue uno de los más satisfactorios que ha tenido el festival en su camino desde 2010.

En ese agradecido trayecto, los alemanes Seed se encargaron de liderar una gran fiesta de reggae temprano en la tarde, mientras Nelda Piña & La Boa lograron perpetrar en vivo una de las mejores colaboraciones cumbieras en el país y Goli fue arte y parte de un necesario relevo musical entre los nuevos sonidos colombianos. Sobre las 6:30 p.m. en el Escenario Tigo Music, y después de haber visto a dos grandes innovadores latinoamericanos, Onda Vaga y Kanaku y El Tigre, llegó un show local emotivo, gigantesco y, a la vez, profético: el de Los PetitFellas. Liderados por un Nicolai Fella enorme en la tarima, los bogotanos presentaron su show más grande hasta la fecha y el público los recibió como lo que son: una de las bandas más grandes del país para los próximos años.

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Antes de la llegada de Wayne Coyne y The Flaming Lips, la buena vibra siguió con (otra gran banda de acá) Sidestepper y Gabriel Garzón Montano (un innovador de raíces colombianas que está haciendo crecer inmensamente su identidad en la electrónica). Justo a las 8:00 p.m., The Flaming Lips convirtió a toda Bogotá en una paleta de colores psicodélicos, en donde las texturas no dejaban de cambiar, mientras canciones memorables se escuchaban y gigantescas figuras inflables de creaturas absurdas desfilaban por el escenario (como delirantes sueños alucinógenos).

Fue un acto difícil de seguir pero un reto digno de cualquier artista del festival. Les siguieron los MNKYBSNSS, en un nuevo formato -con más “punch”-, el siempre entretenido y revitalizador indie pop de Alvvays, y las mezclas bien estudiadas de Lunate. Pero la ansiedad animal de la asistencia tenía un nombre propio y sonoro: Snoop Dogg. Pasadas las 10:00 p.m., absolutamente todos los ojos dentro del festival apuntaron hacia el Escenario Tigo y la buena onda se propagó en la figura icónica del rapero californiano, con una tanda de éxitos absolutamente “perreables” que poseyeron al Parque 222 hasta las entrañas.

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Y como si fuera una merecida recompensa por las lluvias del jueves y el viernes, la emoción fue creciendo hasta que los DJs mega estrella Diplo y Skrillex se convirtieron en Jack Ü para dar un desenfrenado cierre – con “Gasolina” de Daddy Yankee incluido – en un mastodóntico set de agresiva electrónica que los coronó como esa cabeza de cartel con el que Bogotá la perdió. Al otro lado, en el Escenario Pepsi, la carpa se desbordaba con las mezclas de Nicolas Jaar, quien se encargó de regalarle los últimos pasos a la séptima edición del festival. Aunque para el público era claro que, como cada año, la fiesta no acabaría sino que tomaría un merecido respiro para, el siguiente, venir más grande.

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Al final no fue el clima ni la adversidad, sino la gente y la música, con sus historias y sus posibilidades, las que escribieron un nuevo capítulo de la historia en #UnMundoDistinto, con presentaciones ya míticas para los libros de crónicas y de hadas. La cita, desde ya, será aquí mismo en el 2017.

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