Aquí todo el mundo quiere poder. Esta es la ciudad con más latinos que ostentan cargos públicos en EEUU. Que yo recuerde, el alcalde y los comisionados desde hace más de treinta años son de origen latino —entiéndase cubanos y portorriqueños—. Los hispanos ricos y los medios de comunicación más importantes están concentrados aquí. Entonces, todo el mundo quiere poder.

Pitbull quiere ser conocido alrededor del mundo como “Mr. Worldwide”. El destituido alcalde Carlos Álvarez quería ser un “alcalde fuerte”. Emilio Estefan quería ser el rey Midas de la música. Scarface quería destronar a los colombianos con las rutas del narcotráfico. Otro ex alcalde —Manny Díaz— quería llenar el downtown con rascacielos de la noche a la mañana. Los pseudoactores con ínfulas de celebridad quieren figurar rápidamente en las dos grandes cadenas de televisión que hay aquí: Univisión y Telemundo. Todos quieren el yate más grande, la motocicleta más ruidosa, la casa más vistosa. Bacilos quiere su primer millón. ¡Hasta yo quiero tener mi propio latifundio mediático!

Somos una jungla de monos buscando poder. El calor nos alborota la codicia. Existen tribus en cada suburbio que nos distinguimos por una estética cargada de estereotipos. Abunda el espanglish —la nueva palabra del diccionario de la RAE—, te hablan y tú hablas y realmente no sabes si te están entendiendo, porque todo el mundo habla un español distinto y nadie quiere escuchar a nadie. El servicio al cliente es pésimo. Entras a una tienda y te gritan desde el fondo: “qué tú quieres”.

Los niños crecen queriendo ser como Pitbull, una especie de Scarface moderno, con la actitud, la pose, el bling bling, el derroche de lujos, aquel que dice que la música es 90% negocio y 10% talento. Hay que crear beats que ponen a bailar al pueblo y no a pensar. En fin, otro día más en el Caribe. Los miamenses de origen latino piensan que son el centro del universo. Generalmente son hijos de inmigrantes que se partieron el lomo para lograr un estatus social y una comodidad, pero ven al que recién llega como un bicho raro. Creen que venimos de la selva, que nuestras casas estaban en los árboles. Menosprecian nuestra cultura y nuestras diferencias. Los latinos de aquí creen que hacen la mejor radio y televisión del mundo, hasta que ven producciones hechas con una calidad muy superior y se quedan con la boca abierta. Ni decir de los escritores, los periodistas, los libretistas, los diseñadores, los profesionales en general que llegan de Latinoamérica.

Miami es una ciudad que vive recibiendo un influjo permanente de información, la cual suele quedarse casi siempre en la superficie, porque le toma mucho tiempo a los locales digerir y aceptar que existe otra dimensión de lo latino; que ser latino no es solamente bailar arrebatado o maltratar ambos idiomas como si fueran gomas de mascar. Que la radio no es solo propiedad de una nacionalidad ni el modo de pensar de los primeros inmigrantes el único que existe.

Sin embargo seguimos aquí, rompiendo con la hegemonía de la información, del etnocentrismo mediático hacia un mismo lado, de la presunción de que si algo no ronda la órbita de tres islas cercanas, entonces no existe, nada más.

Porque aquí vivimos todos los latinos, y porque queremos dejar una

mejor ciudad para nuestros hijos.

Porque queremos poder… ¿Está claro?

Aquí todo el mundo quiere poder. Esta es la ciudad con más latinos que ostentan cargos públicos en EEUU. Que yo recuerde, el alcalde y los comisionados desde hace más de treinta años son de origen latino —entiéndase cubanos y portorriqueños—. Los hispanos ricos y los medios de comunicación más importantes están concentrados aquí. Entonces, todo el mundo quiere poder.
Pitbull quiere ser conocido alrededor del mundo como “Mr. Worldwide”. El destituido alcalde Carlos Álvarez quería ser un “alcalde fuerte”. Emilio Estefan quería ser el rey Midas de la música. Scarface quería destronar a los colombianos con las rutas del narcotráfico. Otro ex alcalde —Manny Díaz— quería llenar el downtown con rascacielos de la noche a la mañana. Los pseudoactores con ínfulas de celebridad quieren figurar rápidamente en las dos grandes cadenas de televisión que hay aquí: Univisión y Telemundo. Todos quieren el yate más grande, la motocicleta más ruidosa, la casa más vistosa. Bacilos quiere su primer millón. ¡Hasta yo quiero tener mi propio latifundio mediático!
Somos una jungla de monos buscando poder. El calor nos alborota la codicia. Existen tribus en cada suburbio que nos distinguimos por una estética cargada de estereotipos. Abunda el espanglish —la nueva palabra del diccionario de la RAE—, te hablan y tú hablas y realmente no sabes si te están entendiendo, porque todo el mundo habla un español distinto y nadie quiere escuchar a nadie. El servicio al cliente es pésimo. Entras a una tienda y te gritan desde el fondo: “qué tú quieres”.
Los niños crecen queriendo ser como Pitbull, una especie de Scarface moderno, con la actitud, la pose, el bling bling, el derroche de lujos, aquel que dice que la música es 90% negocio y 10% talento. Hay que crear beats que ponen a bailar al pueblo y no a pensar. En fin, otro día más en el Caribe. Los miamenses de origen latino piensan que son el centro del universo. Generalmente son hijos de inmigrantes que se partieron el lomo para lograr un estatus social y una comodidad, pero ven al que recién llega como un bicho raro. Creen que venimos de la selva, que nuestras casas estaban en los árboles. Menosprecian nuestra cultura y nuestras diferencias. Los latinos de aquí creen que hacen la mejor radio y televisión del mundo, hasta que ven producciones hechas con una calidad muy superior y se quedan con la boca abierta. Ni decir de los escritores, los periodistas, los libretistas, los diseñadores, los profesionales en general que llegan de Latinoamérica.
Miami es una ciudad que vive recibiendo un influjo permanente de información, la cual suele quedarse casi siempre en la superficie, porque le toma mucho tiempo a los locales digerir y aceptar que existe otra dimensión de lo latino; que ser latino no es solamente bailar arrebatado o maltratar ambos idiomas como si fueran gomas de mascar. Que la radio no es solo propiedad de una nacionalidad ni el modo de pensar de los primeros inmigrantes el único que existe.
Sin embargo seguimos aquí, rompiendo con la hegemonía de la información, del etnocentrismo mediático hacia un mismo lado, de la presunción de que si algo no ronda la órbita de tres islas cercanas, entonces no existe, nada más.
Porque aquí vivimos todos los latinos, y porque queremos dejar una
mejor ciudad para nuestros hijos.
Porque queremos poder… ¿Está claro?