Me quedé boquiabierto al sentir la primera pulsión de los miles de vatios de sonido que irrumpieron el cielo del Distrito Federal en la tarde del sábado 15 de marzo cuando la banda DLD comenzó a tocar al tiempo que yo ingresaba al Foro Sol. La vibración energética de 50 mil almas, algunas expresadas en gritos, sollozos, suspiros y lágrimas-, me hizo recordar por qué estoy en este negocio y por qué el rock es mi forma de ser.

Estoy asistiendo al festival de rock más importante de Latinoamérica. Entiéndase Latinoamérica, pues, si bien en el cartel del Vive Latino cada año se incluyen “platos fuertes” de la música anglo como este año: Yeah Yeah Yeahs, Underworld, Blur o Morrisey – que canceló a última hora-, o al italiano Jovannotti; con excepción de ellos, TODO el festival, con más de 100 bandas, es proveniente de América Latina. Obviamente tiene su énfasis en México, pero Argentina, Colombia, España, Chile, Uruguay Puerto Rico tienen cuotas importantes.

La producción es inconmensurable. No difiere de los mega eventos como Rock en Río, Coachella, Cosquín Rock, Rock Al Parque, pero el Vive Latino tiene en el centro de su esencia al rock latino y eso lo hace único.

A mí lo que me parece notable y de admirar, es que una empresa como Ocesa, la más grande de México y Latinoamérica en cuanto a producción de espectáculos y entretenimiento, tenga al Vive Latino vivito y coleando por ya 14 años como uno de sus mejores productos, y con la bandera de traer, a las masas mexicanas, un evento que aviva y fortalece la música “alternativa” latina, con grandes resultados y dividendos – tanto para ellos como para los artistas y las marcas, que ven en esta música un medio ambiente propicio para la comercialización de sus productos-.

Sueño dorado que muchos latinos en EE.UU hubiéramos querido realizar. En los años 90, un grupo de nosotros nos entusiasmamos tanto con esta música que fundamos medios de comunicación que orbitaban en torno al rock latino: revistas como BOOM, La Banda Elástica, Retila, La Rocketa, Urban Latino, Voltaje y más. Canales de TV como MTV tr3s, mun2, LATV y emisoras como Superestrella, apostaron a este sentir y esta visión del mundo de una gran porción de la población.

Pero todo eso se vino abajo por la falta de investigación por parte de la mercadotecnia y los programadores que simplemente no le dieron tiempo al bebé para que creciera.

Al contrario, en México el rock está en la sangre de sus habitantes. Son varias generaciones ya las que han expresado su historia a través de esta música. Está claro que hay estilos, tendencias y escuelas. Están los metaleros, los del ska, los del reggae, los fresas (mas poperos), los electrónicos y todo lo que tú quieras, pero en esencia tienen en común que apoyan lo nacional y lo regional en español – lo que representa una identidad inalienable, tan propia como el maíz y el tequila-, o quizás debiera decir tan propia como la ranchera, el huapango, el son jarocho y lo norteño.

Existe una industria del espectáculo rockero; basta escuchar a los periodistas especializados en las conferencias de prensa para entender de su sapiencia, cómo dominan las biografías de grupos nacionales e internacionales, cómo analizan los movimientos, realmente viven la movida cultural. La empresa privada valora eso y lo apoya.

Tuvimos shows de lujo el día de ayer. La banda Porter es un monstruo que crea un universo propio y los fans se funden en un viaje infinito con ellos. Los Amigos Invisibles de Venezuela trajeron la gozadera, Los Auténticos Decadentes la bailanta, Enjambre el rock de “Eley” (Los Ángeles), Los Yeah Yeah Yeahs su punk y los Underworld su techno. Estamos recién en el primer día y ya el Vive Latino y México han dejado una impresión muy grata en mí.Me quedé boquiabierto al sentir la primera pulsión de los miles de vatios de sonido que irrumpieron el cielo del Distrito Federal en la tarde del sábado 15 de marzo cuando la banda DLD comenzó a tocar al tiempo que yo ingresaba al Foro Sol. La vibración energética de 50 mil almas, algunas expresadas en gritos, sollozos, suspiros y lágrimas-, me hizo recordar por qué estoy en este negocio y por qué el rock es mi forma de ser.
Estoy asistiendo al festival de rock más importante de Latinoamérica. Entiéndase Latinoamérica, pues, si bien en el cartel del Vive Latino cada año se incluyen “platos fuertes” de la música anglo como este año: Yeah Yeah Yeahs, Underworld, Blur o Morrisey – que canceló a última hora-, o al italiano Jovannotti; con excepción de ellos, TODO el festival, con más de 100 bandas, es proveniente de América Latina. Obviamente tiene su énfasis en México, pero Argentina, Colombia, España, Chile, Uruguay Puerto Rico tienen cuotas importantes.
La producción es inconmensurable. No difiere de los mega eventos como Rock en Río, Coachella, Cosquín Rock, Rock Al Parque, pero el Vive Latino tiene en el centro de su esencia al rock latino y eso lo hace único.
A mí lo que me parece notable y de admirar, es que una empresa como Ocesa, la más grande de México y Latinoamérica en cuanto a producción de espectáculos y entretenimiento, tenga al Vive Latino vivito y coleando por ya 14 años como uno de sus mejores productos, y con la bandera de traer, a las masas mexicanas, un evento que aviva y fortalece la música “alternativa” latina, con grandes resultados y dividendos – tanto para ellos como para los artistas y las marcas, que ven en esta música un medio ambiente propicio para la comercialización de sus productos-.
Sueño dorado que muchos latinos en EE.UU hubiéramos querido realizar. En los años 90, un grupo de nosotros nos entusiasmamos tanto con esta música que fundamos medios de comunicación que orbitaban en torno al rock latino: revistas como BOOM, La Banda Elástica, Retila, La Rocketa, Urban Latino, Voltaje y más. Canales de TV como MTV tr3s, mun2, LATV y emisoras como Superestrella, apostaron a este sentir y esta visión del mundo de una gran porción de la población.
Pero todo eso se vino abajo por la falta de investigación por parte de la mercadotecnia y los programadores que simplemente no le dieron tiempo al bebé para que creciera.
Al contrario, en México el rock está en la sangre de sus habitantes. Son varias generaciones ya las que han expresado su historia a través de esta música. Está claro que hay estilos, tendencias y escuelas. Están los metaleros, los del ska, los del reggae, los fresas (mas poperos), los electrónicos y todo lo que tú quieras, pero en esencia tienen en común que apoyan lo nacional y lo regional en español – lo que representa una identidad inalienable, tan propia como el maíz y el tequila-, o quizás debiera decir tan propia como la ranchera, el huapango, el son jarocho y lo norteño.
Existe una industria del espectáculo rockero; basta escuchar a los periodistas especializados en las conferencias de prensa para entender de su sapiencia, cómo dominan las biografías de grupos nacionales e internacionales, cómo analizan los movimientos, realmente viven la movida cultural. La empresa privada valora eso y lo apoya.
Tuvimos shows de lujo el día de ayer. La banda Porter es un monstruo que crea un universo propio y los fans se funden en un viaje infinito con ellos. Los Amigos Invisibles de Venezuela trajeron la gozadera, Los Auténticos Decadentes la bailanta, Enjambre el rock de “Eley” (Los Ángeles), Los Yeah Yeah Yeahs su punk y los Underworld su techno. Estamos recién en el primer día y ya el Vive Latino y México han dejado una impresión muy grata en mí.