With an album title like La Montaña Rusa (The Roller Coaster) and its evocative cover art, it’s no surprise that the music on Dani Martín’s latest album is an emotional whirlwind. Portrayed as boxer in the ring, he is pictured just as he raises his guard to defend against his opponent’s punches. It’s a visual metaphor for an album that isn’t afraid to deal with pain. Specifically, the pain of failed relationships, an ache that can stay with us for a long time. This universal pain that knocks us to the canvas and makes us lose our bearings.

From there, he takes us to the aftermath, of picking up the pieces and getting on with life in the best way we know how. As a composer, he has the gift of unpacking relationships through his songs that examine what happened and search for an explanation, or at least catharsis.

That’s exactly what Dani Martín has accomplished on his third studio album as a solo artist, La Montaña Rusa. It’s songwriting as an act of exorcising the negative. For these sessions, he wrote over 20 songs. Although he as often showed his vulnerable side throughout his 20-year musical career, these are some of his most wrenching works yet. Sharing them wasn’t easy, but he finally selected 11 of his compositions, plus one other song written by his fellow Spanish rocker Leiva, to go on the record. The result is his most mature, solid and well-rounded album to date.

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To make sure that his compositions communicated exactly what he wanted them to, both lyrically and musically, he spent months working on them with the musicians in his band, chiefly Iñaki García (keyboards) and Paco Salazar (guitars). He also worked on a song with Jimbo Barry (known for his work with The Script) and singer David Carrasco. These collaborations have added a powerful force to the material, infusing the uptempo songs with a live, alt-rock atmosphere, while giving the gorgeous ballads an epic sheen. Befitting the rock influence, the guitars are allowed free rein to express themselves as well.

Dani Martín’s longtime producer Bori Alarcón is back on La Montaña Rusa. He conjured up Dani’s vision of a classic-rock sound with contemporary, incandescent touches that serve as an intriguing counterpoint to the dark lyrics. It’s clear that a band was playing together and working out effective arrangements, including strings on some tracks. Dani believes in teamwork, and his team comprises some of music’s best: Coki Giménez (drums), Paco Salazar (guitars), Iñaki García (keyboards), producer Bori Alarcón (synth) and the legendary rock-en-Español bass player Mr. Candy Caramelo. This quintet recorded its tracks live in the studio, and understood instinctively how to make each song sound the best it could.

Recording took place at the mythical Abbey Road Studios, which continues to be a magnet for Beatles fans, including Dani himself. Committed to creating an album worthy of the studio in which it was created, Dani and his team made sure every detail sounded exactly the way it was supposed to, and that none of the material could be considered filler. The perfect setting for an artist at the peak of his powers.

The pre-production sessions were so fruitful that Dani had a tough time selecting what should go on the album. But the tracks fell into place in such a way that La Montaña Rusa is an album that is best appreciated with a beginning-to-end listening session, just like the classics of the genre. It opens with the magnetic rock of “Las Ganas” (The Longing), and progresses to the lightness of “Ahora” (Now), which features a surprise lyrical ending. In between, we can enjoy the dramatics of “Los Charcos” (The Puddles), the fragility of “París” and “Dibujas” (You Draw), a ballad that gives the listener goosebumps. “Paloma” (Dove) contrasts aggressive guitars with lovely strings, while “Nada Más que Tú” (Only You) rocks out and cites his fellow Spanish rockers Leiva and Quique González. Strings make a return on the timeless ballad “Que Se Mueran de Envidia” (Let Them Die of Envy) and “Guerra de Pasos” (War of Steps), a majestic, heartbreaking take on longing. The energy is contagious on “Romperás” (You’ll Break) and “Pelear” (Fight).

These 12 songs deal with pain and rage, passion and hope. They make up a coherent whole, an album in the truest sense of the word. As an epilogue, the 12th track, a “gift from Leiva,” is the song “Madrid, Madrid, Madrid,” which he wrote for Dani as they talked about his recent personal ups and downs and the material that he was working on. It’s the perfect gem to complete the artistic jewel that is La Montaña Rusa. An artisanal piece that is crafted with affection, enthusiasm and feeling. Realizing how special this record is, Dani Martín gives his most memorable and expressive vocal performance. The boxer lets down his guard, knowing the risk. Even though he doesn’t know if the ending will be positive, he takes his chances. He keeps his eyes on the prize and goes for greatness. There’s no doubt that Dani Martín has recorded a master work that will set the standard for other artists for years to come.

https://www.youtube.com/watch?v=BnRdyZudvHM –

El título, La Montaña Rusa, y la imagen de la portada avisan del torbellino emocional que nos aguarda dentro, en el disco. En esa foto, Dani Martín, con guantes de boxeo y subido en un ring, parece haber sido captado justo en el momento en el que levanta la guardia para defenderse de los golpes de su contrincante. Metáfora visual del contenido sonoro de un álbum en el que el dolor campa a sus anchas. Ese dolor que provocan las rupturas sentimentales y que deja las heridas más difíciles de cicatrizar: las que no se ven y no requieren puntos de sutura. El dolor más universal, ese que, regresando al lenguaje pugilístico, noquea y te obliga a besar la lona, incapaz de levantarte, desorientado, sin saber dónde estás ni cómo has llegado a esa situación. Tras él, tras el dolor, llega ese inevitable periodo de hacer recuento de los daños, de recomponer los pedazos rotos e iniciar la recuperación para regresar a la vida como mejor se pueda. Claro, que eso le sucede al común de los mortales, porque si eres un compositor de canciones puedes volcar tus sensaciones en nuevas creaciones con las que intentar comprender lo sucedido o, si no hay explicación posible (que no suele haberla), por lo menos (que siempre es un consuelo) paliar los males y expulsar las penas con palabra y música.

Y eso es justo lo que ha hecho Dani Martín en La montaña rusa: tras perder dos combates consecutivos, comenzó a componer para exorcizar al mal. Al final, se encontró con más de una veintena de canciones y, superando el pudor que le provocaba exponer algunas de las composiciones más personales e íntimas que ha escrito a lo largo de estos veinte años como profesional de la música, seleccionó once de ellas para que acabaran en el disco. Afortunadamente dejó el temor a un lado, porque, sin duda, ha firmado su mejor obra hasta la fecha. La más madura, pero también la más sólida y la más rotunda.

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Para dar forma definitiva a las canciones, partiendo de las letras y las melodías escritas por él, a lo largo de meses trabajó en ellas junto a los músicos de su banda, principalmente Iñaki García y Paco Salazar (también alguna con Jimbo Barry y David Carrasco), para hacerlas crecer e impulsarlas hasta la forma que han adquirido en el disco, conformando un repertorio que alterna rock directo y baladas arrebatadoras, siempre con cierto aliento épico, como demandaban unos temas intensos en los que su autor se ha dejado bastante más que la piel y en los que las guitarras campan a sus anchas.

El productor para ponerlas en pie estaba claro: Bori Alarcón, que pilota los mandos desde los discos anteriores. En sus manos el sonido de La montaña rusa se enraíza en el rock clásico que le gusta a Dani (ese para el que no pasa el tiempo) pero brilla con pátina de contemporaneidad, y lo que podía ser oscuridad, dada la temática desoladora de muchas de estas canciones, abraza la luz y refulge en brillos incandescentes. Labor en la que apoya toda la banda, echando una mano en los arreglos (atención: con despliegue de elegantes cuerdas en algunos temas). Porque el equipo es esencial, y Dani Martín lo sabe, como sabe que cuenta con una banda formada por algunos de los mejores: Coki Giménez (batería), Paco Salazar (guitarras), Iñaki García (teclas), el propio Bori Alarcón (sintetizadores) y ese veterano que es historia mayor de nuestro rock, el señor Candy Caramelo, al bajo. Un quinteto preciso, que grabó a la vez, en directo en el estudio, y que sabe cuándo tiene que sonar contundente y cuándo suave, que siempre trabaja a favor de la canción, porque la canción es lo que importa.

Sí, porque el hecho de que la grabación se haya realizado en Abbey Road, uno de los mejores (¡y más míticos!) estudios del mundo, no deja de ser un detalle para melómanos y fans empedernidos de los Beatles, como el propio Dani. Detalle no menor pero que queda difuminado por once canciones sin desperdicio, sin fisuras y sin espacio para el relleno, con las que su autor se reafirma como un excelente melodista y letrista. Ahora en la plenitud de su talento, por momentos desbordante y, pareciera, en estado de gracia.

Tan en estado de gracia que cuesta seleccionar unos temas por encima de otros, porque del rock magnético de “Las ganas” con que se abre La montaña rusa a la levedad de “Ahora” (y su letra de final inesperado), que lo cierra, hay que escucharlo íntegramente, como sucede con los grandes álbumes clásicos. Hay que disfrutar ante el dramatismo de “Los charcos” y la fragilidad de “París” y “Dibujas” (una balada de esas que erizan el vello). Hay que dejarse llevar por la crudeza (que se rompe con el arreglo de cuerdas) de “Paloma” y “Nada más que tú” (con citas a Leiva y Quique González). Hay que paladear la solemne belleza intemporal de “Que se mueran de envidia” (de nuevo con cuerdas). Hay que sentir la energía contagiosa de “Romperás” y “Pelear” y, por contraste, hay que dejarse envolver en la quebradiza añoranza que impregna la majestuosa “Guerra de pasos” (aquí, directamente, con desparrame de cuerdas).

Son doce canciones de dolor y rabia, también de pasión y esperanza, que conforman un todo y que hay que entender como tal. Incluso “Madrid, Madrid, Madrid”, ese “regalo de Leiva” agazapado al final, cumple su función de epílogo. Un tema escrito espontáneamente para Dani cuando éste le contó a Leiva las cuitas de su vida reciente y el tipo de canciones con que estaba enredado. Una piedra preciosa que engarza perfectamente en la joya artesanal que es La montaña rusa. Porque se trata de eso, de artesanía de nivel facturada con cariño, entusiasmo y sentimiento para desembocar en un disco de altura. De mucha altura, y consciente de ello, y de las canciones que tenía entre las manos, Dani Martín se quiebra la voz cantando como si no hubiera mañana, rompiendo en mil pedazos la coraza y exponiéndose, porque sabe que la creación es riesgo, una aventura de la que desconoces el final y que hay que vivir dejándote en ella lo mejor de ti mismo. Solo así se vislumbran próximos los objetivos inalcanzables y únicamente de ese modo, poniendo todo el corazón, cobran vida las grandes obras. Y Dani Martín, no hay duda, ha grabado su gran obra, un disco incuestionable. Y “que se mueran de envidia”.

https://www.youtube.com/watch?v=BnRdyZudvHM[:]